Una paleta de colores luminosos mezclados entre sí casi parece cobrar vida, mientras que una forma indefinida con un dorado brillante parece flotar, rodeada por un mar agitado por la tempestad y un cielo plomizo con un remolino de nubes. Esta evocadora pintura matérica muy sugerente llama la atención con sus líneas indefinidas y colores que parecen fusionarse dando vida a tonalidades y matices inéditos, en un triunfo de formas abstractas de una fuerza arrolladora.
La pintura matérica, embellecida por la presencia de elementos decorativos en relieve, lleva la firma de Edgar Ramirez y se sostiene con un bastidor estético alto de madera. El lienzo, pintado también en los bordes, se puede colgar en la pared sin necesidad de un marco, aportando al ambiente una marcada nota de color y luz. La original técnica pictórica adoptada por el artista, a base de pinceladas gruesas y decididas y de toques ligeros y delicados, casi como acuarelas, realza la sensación de movimiento y tridimensionalidad que transmiten las formas reproducidas, llenando de vida la obra y creando casi la ilusión de una continuidad con el entorno que la rodea.
El centro de la representación es la figura central plasmada con un color dorado radiante, que como un remolino irresistible parece atraer hacia su centro el espacio y los elementos que lo rodean.